El Senado ya piensa en rechazar los vetos de Milei y los libertarios se resignan a la agenda de la oposición

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El pleno de la Cámara alta durante la sesión del jueves pasado (Prensa Senado)

El Senado no tiene respiro y se encuentra en su momento más delicado. El jueves pasado, la oposición -juega gratis, casi en su totalidad- le aplicó un cachetazo feroz al Ejecutivo y se apresta a asestarle una paliza aún mayor al Gobierno, en caso de confirmarse -aún no es oficial- la sesión del 2 de octubre próximo, donde rechazaría dos vetos presidenciales para que recuperen vigor las leyes que declara la emergencia pediátrica, y que blinda los presupuestos de universidades públicas.

O cuando ellos quieran, si ya manejan la agenda”, fue la desazón de un legislador libertario de peso ante Infobae al término del último encuentro en el recinto de la Cámara alta, donde el conglomerado antilibertario destrozó el veto del Gobierno a la ley que reparte a provincias, de manera automática y diaria, los Aportes del Tesoro Nacional (ATN), cuya definición pasó a Diputados. Un látigo que utilizaron durante largos años diversas administraciones centrales para convencer o apretar gobernadores a la hora de acompañar proyectos en el Congreso.

¿Cómo se llegó a esto? Primero, vale recordar que, al inicio del Gobierno, en el Senado se armó una trabajosa mayoría circunstancial de 39 legisladores del oficialismo y la oposición “dialoguista” para contrarrestar al interbloque kirchnerista del Frente de Todos, que comanda el formoseño José Mayans. Los más experimentados entendieron, desde el principio, que la defensa de las decisiones más discutidas de la Casa Rosada -como un veto- nunca tendrían posibilidad aquí, sino en Diputados. La muestra fue el rechazo al mega DNU 70/23 -desburocratización del Estado-, enviado a la siesta en la Cámara baja.

El jefe del Frente de Todos en el Senado, el formoseño José Mayans (Fotos: RS Fotos)

A partir de ahí, sólo la comprensión en cuanto a cómo manejar los tiempos en el Senado y la gestión de leyes que tuvo un pequeño grupo de personas -suelen no conocerse los nombres o caras, excepto alguna autoridad- le permitieron a la vicepresidenta, Victoria Villarruel, sobrevivir a diversas jugadas del kirchnerismo durante 2024. Es decir, ayudó. Mientras ello ocurría, el Ejecutivo la ubicó como el mayor de sus problemas. Algo visionario, sin dudas. A pesar de dicha película, la titular de la Cámara alta cometió un ramillete de errores a la hora del control interno del Cuerpo. Un dato no menor: se le fueron dos secretarios administrativos -la caja- en menos de un año y medio. Inaceptable y algo a solucionarse con urgencia.

En el Congreso, el llamado diario a los legisladores, poner la cara ante las críticas, intentar consensuar, abrir las comisiones cuando la tensión aumenta, son cuestiones que no implican convertirse en “casta”. La Casa Rosada se mantuvo firme en su decisión de ir por todo y contra todos. En ese sentido, mantuvo la vara, aunque se olvidó de una pequeña diferencia: no es lo mismo gestionar que estar en campaña. Así no se sancionan leyes. Existe algo peor: hacerlo al mismo tiempo. Los resultados están a la vista. Eso sí: algunos elefantes continúan, con menos o más fuerza -según el caso-, en pleno desfile. Nadie se queja ahí y llama mucho la atención, en la oposición en su conjunto, olvidos selectivos de áreas o de iniciativas sensibles. Los famosos podólogos de avestruces.

Con la elección bonaerense se destapó otro drama para el Gobierno: ajenos y propios ingresaron en un salvaje festival para demandar acciones y cambios que, con los resultados a la vista, parecen necesarios. Quienes se subieron a ese jolgorio -agradecidos el dólar y el riesgo país por la labor realizada- nunca pensaron, en el corto plazo, en qué pasaría ante una eventual derrota libertaria en octubre. ¿Quién ese tendría que ir ahí? En resumidas cuentas, supuestos expertos en política con dinamita y mecha corta en ambas manos, con un Ejecutivo en una encerrona de imposible solución y que, por momentos, manguerea nafta a través de actores que abrazan, hacia el infinito, la marginalidad.

La vicepresidenta y titular de la Cámara alta, Victoria Villarruel

La situación se embrolla cuando se vislumbra, después de los trompazos de las últimas semanas en el Congreso, -y lo que se viene- lo más delirante: la oposición, que no encuentra referencias ni liderazgos desde la victoria de Javier Milei y que ni siquiera hizo una autocrítica de cómo se aterrizó a este momento, pudo saltear este paso gracias al Gobierno. Con ese nivel de incertidumbre se viven estos tiempos en el plano legislativo, con “cuadros” que volvieron a tener vida y nunca ganaron en sus distritos.

De yapa: como se contó semanas atrás, Cristina Kirchner maneja a control remoto a los dos bloques justicialistas en el Congreso y, desde su prisión domiciliaria, hasta comenzó a entender un poquito más al peronismo que tanto despreció en otras épocas. El interbloque senatorial, para no variar, la ubicó en pleno recinto como la estratega principal de la victoria bonaerense. Fácil de explicarle a un inversor extranjero interesado en la Argentina.

Un detalle que no pasó desapercibido y que regalan tanto el circo atroz de Diputados como -en menor medida- el Senado. El jueves pasado, en la Cámara alta se aprobó un proyecto para aumentar penas ante siniestros viales. Antes de la votación en general, algunos legisladores quisieron retocar el articulado. Nadie entendía los motivos, más allá de las avivadas. El texto modifica el Código Penal, es decir, hay que caminar en puntas de pie. Terminó en un absoluto papelón, con idas y vueltas que dejaron herida a la iniciativa. Lo hicieron delante de familiares de víctimas que se encontraban en los palcos.

El mercado, que desde el 10 de diciembre quiere un Congreso abierto para una reforma de fondo -fiscal, laboral, previsional, etcétera- toma nota.

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