Milei, sacudido por su propia criatura: el “no” mileismo, mucho más que el peronismo K

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Javier Milei, de campaña en Córdoba

En apenas una semana, Javier Milei se expuso personalmente en una cadena nacional, alentó la idea de un giro a la moderación con ofertas dirigidas centralmente a los gobernadores y, de todos modos, registró derrotas muy duras en el Congreso, casi sin antecedentes, en rechazo de su última andanada de vetos. Parece contradictorio, pero no lo es. Lo que queda a la vista viene de arrastre y resulta más complejo. Olivos es sacudido por su propia criatura: el “no” mileismo, es decir, una convergencia de hecho, muy heterogénea, que desborda por mucho la categoría de oposición dura o PJ/K. Y que por eso mismo le suma reveses en continuado.

Esa es una confluencia extraña, con un único denominador común: es fruto de la política del Gobierno. Incluye desde quienes efectivamente “torpedean” la gestión -según la definición presidencial- hasta quienes jugaron con costos propios para garantizar gobernabilidad en momentos críticos como la segunda negociación por la Ley Bases, el primer veto presidencial, las vueltas para dejar correr algún DNU y el aval al insólito mecanismo de un decreto para habilitar las ineludibles tratativas con el FMI.

El objetivo y el modo de operar del oficialismo dejaron en la banquina a aliados por conveniencia o necesidad, dialoguistas -incluidos del PJ-, viejos y nuevos espacios provinciales, inclinados casi por naturaleza a negociar con el poder central. Y más: en el ejercicio de alianzas con criterio de subordinación, dinamitó acuerdos locales y fracturó a los socios.

Resulta más llamativo frente al imaginario de una rápida acumulación propia a pesar de su escaso peso legislativo y territorial. El balotaje 2023 alimentó el sueño hegemónico -consecuencia del microclima de Olivos y de la concepción de poder- pero, paradoja, sin visión para interpretar la fragmentación política y el significado de la crisis del peronismo -agudizada por el fracaso electoral- y la extinción del JxC. Con los meses, el malestar con la política en general fue alcanzando también a LLA. Y tal vez eso explique en alguna medida la baja asistencia a votar registrada hasta ahora.

El Congreso expone desde hace meses el doble problema del oficialismo: su desgaste y los resultados negativos del manejo político. Queda expuesto en las votaciones de Diputados y del Senado, en el punto más crítico de la relación de Olivos con los gobernadores. Era previsible al menos por dos datos previos. Uno: el impulso al proyecto que cambia el criterio para la distribución de ATN por parte de todas las provincias. Y dos: el impactante rechazo al veto de la ley sobre emergencia en el área de discapacidad, que dejó prácticamente en soledad a LLA.

En ese contexto se produjo el resultado de la elección bonaerense. Potenció el clima, que mezcla algunas convicciones y muchas facturas. Hubo oportunismo opositor o sintonía con temas sensibles para la sociedad, además de consecuencias del modo de ejercer el poder desde la Casa Rosada.

Tablero de Diputados, con el fuerte rechazo al veto de la ley Garrahan

En ese último renglón, se anota un comentario repetido en medios políticos para ilustrar la línea impuesta en el armado electoral, con especulaciones nutridas por las internas en el núcleo violeta, con protagonismo de Karina Milei y Santiago Caputo. Se trata de la elección en Corrientes, una semana antes que en Buenos Aires. Estaba prácticamente cerrado el acuerdo con el gobernador Gustavo Valdés, pero el comando violeta hizo planteos más que desmedidos, que reclamaban lo sustancial de la lista nacional y una buena porción local. Resultado: estalló la negociación -para conocedores de la provincia, intencionalmente- y LLA terminó cuarta.

En otra dimensión, por supuesto, la provincia de Buenos Aires expuso el máximo ejemplo de la escasa comprensión del peso de la disputa territorial -básicamente, de los intendentes- por encima de las apuestas a nacionalizar el comicio. De manera extendida, la desmesura y hasta soberbia en la disputa de espacios con los gobernadores fue quizá mas determinante que la falta de respuesta en obras y giros de fondos. En general, fueron de la mano.

Las votaciones de esta semana en el Congreso se entienden mejor en ese contexto. Diputados rechazó los vetos al financiamiento universitario y a la emergencia en pediatría, con eje en el Garrahan. El tablero mostró en los dos casos más que cumplida la exigencia de los dos tercios de los votos, pero además expuso cifras muy por encima que las anotadas para sancionar esas leyes. Los mismo ocurrió en el Senado con la modificación del manejo de los ATN. Ahora, se espera que los temas crucen de Cámara.

La traducción de lo ocurrido es más amplia. El oficialismo quedó reducido a su bloque y unos pocos acompañamientos. La tensión puso a la vista de todos el nivel de fractura en el PRO, algunos de cuyos integrantes acompañaron el voto mayoritario. Del otro lado, confluyeron el peronismo K, sectores del PJ que habían sido vitales para el oficialismo, buena parte del radicalismo en sus dos versiones, la CC, Encuentro Federal y otros espacios que representan fuerzas provinciales.

Fue significativo el muy escaso o nulo efecto de las gestiones del Gobierno sobre jefes provinciales, algunos de los cuales se pronunciaron abiertamente en contra de los vetos. Otros fueron menos visibles. Pero lo más llamativo fue que tampoco se movieron para defender la posición del oficialismo los jefes provinciales que tienen alianza electoral efectiva con LLA en sus distritos (Mendoza, Entre Ríos, Chaco).

A cuatro días de la cadena nacional, Milei se movió hacia la dureza discursiva. Lo hizo en Córdoba, ante la Bolsa de Comercio y al encabezar el acto inaugural de campaña. Además de tratar de bajar el caso Spagnuolo, apuntó contra “el” Congreso como un todo, acusó a “la” política de generar las tensiones financieras, repitió la fórmula de polarizar con el kirchnerismo y hasta se dio tiempo para cargar sobre Juan Schiaretti, que le respondió con aspereza.

El panorama se viene enrareciendo y, sobre todo, pone en crisis la lógica de la escalada de campaña como hecho excluyente, pero de impacto limitado. Al revés, el dato central parece ser la necesidad desmontar el clima político/económico de estos días, porque es largo el recorrido hacia el 26 de octubre.

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